#respect

Enseñando a viajar

El viaje de un padre con su hija de 10 años mano a mano por el valle central de los volcanes de Costa Rica hasta la costa pacífica de Guanacaste bajando desde lo alto de cumbres nubosas hasta arrecifes bajo el agua.

Para alguien que se cree muy viajado y que sabe como sacarle jugo a los placeres de conocer lugares increíbles, viajar con una niña que crece a ritmo vertiginoso es algo del todo singular, de pronto te das cuenta que nada puede asemejar la alegría de vivir de una persona con una visión tan clara y pura de la vida. Desde su primer amanecer en las faldas del volcán Arenal en el que nos despertaron monos aulladores, la percepción de lo que se abría ante sus ojos era de una presencia y naturalidad admirable. «¡Mira papá un tucán!», «¡papá papá, un colibrí!», ambos descalzos, en pijama, jet-lag, todavía medio a oscuras, yo sin saber bien donde estaba mi cabeza y en 2 minutos ya recorríamos un maravilloso bosque buscando a esos aulladores que parecían leones. Y es que me considero un ojeador bastante bueno (o «spotter» como me gusta decir), pero lo de Olivia es increíble; todo lo veía, todo se le manifestaba, todo animal se acercaba a ella (mariposas, pájaros sargentos, pavos) y todo con esa alegría, fascinación y luz en su mirada. Tres monos jugando sobre nuestras cabezas, una mamá con su bebé, algunos colibrís comiendo plátanos y pájaros de los que solo me sé los colores con un abanico de formas increíbles. Como si nada pasara y esto fuera lo más normal del mundo amanece y desayunamos jugo de mango con gallo pinto y huevos revueltos escuchando los increíbles sonidos de la naturaleza. Comienza la aventura.

Caminamos hasta la catarata de la Fortuna, un inmenso chorro de agua que se precipita sobre una montaña en colapso de tanta actividad volcánica, todo rodeado por una frondosidad y un verdor extremo. Más monos, iguanas, lo que nos pareció un perezoso resultaba ser un mono de cara blanca según nos corroboró una fotógrafa profesional con su teleobjetivo. Bajas 300 escalones hasta la quebrada y llegas al estruendo de la catarata. Bañarte en su poza no es cómodo (ojo con los más pequeños), pero lo hicimos y pasamos una mañana idílica refrescándonos de poza en poza, con más caminatas y aguas termales en el volcán Arenal. La interacción con los demás sin duda era de lo que más me gustaba ver en ella, mientras íbamos de recados por el bonito pueblecito que da nombre a la cascada, visitando mercados y hablando con gente local. Ella tan contenta, algunas preguntas sin respuesta del por qué de los carteles publicitarios así o asá, del tamaño de los bordillos, de por qué tanta policía en los bancos,… Una vez resueltos los quehaceres mi copiloto estaba listo para la acción. Manejábamos desde la Fortuna hasta el volcán Tenorio por carreteritas idílicas de este maravilloso país donde todo es vida, caballos, tienditas de madera, atajos llenos de baches y vistas maravillosas en cada curva, en cada recta. «Papi tengo sed», y de pronto un puesto de «pipa fría» (cocos helados). La combinación de escuchar en la radio salsa de calidad con la maravillosa vista de la carretera por la que íbamos con lo refrescante del coco creo que es uno de los momentos de felicidad más bonitos que he vivido en mucho tiempo.

Y es que la felicidad es el camino, no el destino. Aunque nuestro destino fuera la Carolina Lodge. Para mí, el mejor hotel de Costa Rica. Pura vida en su máxima expresión. Allí pasamos los días como si el tiempo no existiera, atrapados en un sueño más parecido al jardín del edén que a un rancho en la naturaleza. Un río salvaje en el que poder nadar y pescar durante horas, pozas calentadas de forma natural, paraíso de ornitólogos, establo para cabalgar temprano en la mañana o al atardecer. Encuentros con perezosos, ranas, monos, una maravillosa granja ecológica donde te animan a ordeñar vacas y hacer queso, paseos naturales, excursiones cercanas tan asombrosas como el Río Celeste, talleres de cacao, rafting, hamacas, zona de deporte y un lago con barcas para remar y pescar. Todo bajo un servicio y una oferta excelente, con comida Tica deliciosa y sana, un hotel libre de alcohol, donde todo es lindo y escuchar sus sonidos es simplemente la mejor actividad que se pueda realizar. Una estancia que deseas alargar y repetir en bucle.

Nuestra cabaña «El Tucán»

Oeste del volcán Tenorio están dos más; el Rincón de la Vieja y el Miravalles. Nuestro recorrido continuó hacia Bijagua y su fabulosa cascada, parada recomendada para ver más fauna y adentrarte en una garganta impresionante del río que le da nombre. Caminata dura para la pequeña viajera que a pesar de no llegar a la cima, llegó hasta unas bonitas pozas donde nos bañamos como dios nos trajo al mundo en un ritual de agradecimiento a nuestra bella y única Pachamama siendo los únicos turistas que andaban por allí.

Carretera y manta persiguiendo el ocaso hasta Guanacaste norte donde el Pacífico nos regalaba tonos plata, oros y madreperlas. Allí me esperaban viejos amigos y lugares muy conocidos por mis antiguos ojos azules y grises y que por vez primera veían los ojos de mi hija que son los míos nuevos (más azul y menos gris). Que sensación más bonita contarle a Olivia mi primera noche en Playas del Coco en el 2006, como conocimos a Miguel y Bari, enseñarle el lugar donde solía trabajar, vivir, donde me enteré del nacimiento de su prima Alejandra,… Cena en el Father Rooster de Ostional con camisa de flores y Olivia con su vestido colorido de playa. Brisa, arena, luces, mofetas y mapaches. Todo muy divertido. Nuestro siguiente reto; bucear con botella en el Pacífico.

Recogimos los equipos y nos fuimos a la piscina del hotel, día gris y lluvioso que no nos impidió realizar toda la teoría y práctica de lo que sería su bautismo con botella y regulador. Todas las pruebas bien, flotabilidad realmente buena, un pececillo en toda regla, tal y como me esperaba. Como padre e instructor de buceo, la primera vez que metes a tu hija en el agua no puedes fallar, ha de ser con buenas condiciones de visibilidad y marea y en un sitio lo más agradable y bonito posible en cuanto a temperatura y vida submarina. El día no acompañaba mucho. Comida en la terraza del hotel haciendo un sudoku tras otro esperando a que pasara la tormenta, a punto de tirar la toalla por que se nos hacía tarde y teníamos que devolver los equipos. Pero como en la canción de los Beatles, llegó el sol y derrapando pusimos rumbo sur de Ocotal a una playa preciosa en la bahía del pez vela. Parecía que aguantaba un poco el temporal y antes de transportar todo el material fuimos a chequear la bahía y los arrecifes aledaños haciendo snorkel. A pesar de no ser el mejor día, el agua estaba en calma, visibilidad bastante mejor de lo que me esperaba y mucha vida. Nos miramos, le pregunté si de verdad quería hacerlo y me dijo que si. Momento mágico que siempre había querido tener con ella e incluso antes de que hubiera nacido. Bajamos un par de metros para hacer el «boyancy control», hicimos un par de ejercicios de los que habíamos practicado en la piscina y a volar. Pasamos casi una hora recorriendo la pared sur del arrecife manteniendo el límite de los 10-12 metros mientras nos hacíamos señales y buscábamos morenas, peces globo, langostas, caballitos de mar, rayas, peces loro y mucho más que hubiésemos visto si no fuera un poco por el frío y demasiada sensación cuando giramos en el lado noroeste más profundo del arrecife. Pasamos un gran momento juntos bajo el agua en lo que fue una toma de contacto perfecta para siguientes aventuras. Para celebrarlo cenamos en el mejor restaurante de Playas del Coco, en el Mar Azul

Y es que los días viajando y viviendo con ella pasan a la historia de mi vida como perlas de un rosario que siempre veneraré, perlas que me recuerdan que enseñarle a viajar y descubrir otro mundo bajo el mar, a pisar sin hacer ruido y probar comida rica, conocer viejos amigos, rellenar huecos con lecturas, mapas y sudokus, compartir conversaciones y sentimientos viendo sitios que conozco a la perfección de otra vida con ella, es la prueba fehaciente de que todo lo que me ha traído hasta aquí en mi vida, ha tenido sentido.

Sal ahí fuera

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Confinamiento obligado,

solidaridad solitaria,

sinceridad egoísta.

Naturaleza creciente,

tiempo enfrascado.

Soledad que abraza,

ansiedad en evasión.

El miedo a perder la cabeza.

Viviendas afinadas de paredes delgadas,

falsas sensaciones de soledad suficiente.

Tecnología distópica,

la inacción de la reacción,

nazis de balcón.

Darnos cuenta,

expandir mentes,

meditaciones de una vida mejor.

Seguir queriendo (nos),

Libertad fracasada.

El triunfo del miedo y la discordia.

Más que nunca, sal ahí fuera.

Erase una vez en Whistler

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Lucas Recasens, con su máxima Ride or Die en Whistler 2017

 

Necesito que el título suene como el de un cuento fantástico. Aunque este cuento que os voy a relatar es real. Quiero que suene así porque en España conseguir algo parecido sería pura ficción y prefiero relatar lo ocurrido en Whistler como si de una fantasía se tratara, al menos de momento.

Todo empezó 25 años atrás, cuando el movimiento de las bicis de montaña comenzaron a rodar fuerte por las montañas del North Shore (montañas del norte de Vancouver). Allí nació una moda juvenil, desenfadada, de movimiento vibrante y ecléctico, que se basaba en disfrutar del entorno natural de sus montañas con las bicicletas de montaña de una manera divertida. Reunía una serie de condiciones que lo hacían ser un deporte único y genuino. En esencia, muy parecido al ski, al snowboard, a la escalada o al surf. Un deporte muy ligado a la naturaleza y con un fondo noble y espiritual. Los que empezaron el mountain bike practicaban algunos de estos otros deportes. Y esta es la parte que en España ha fallado de manera estrepitosa. En Vancouver nunca se les vio a estos deportistas como enemigos de la montaña, sino más bien todo lo contrario, gente joven que practicaba un deporte sano y espectacular por un entorno fabuloso ¿Quién en su sano juicio no querría practicar este deporte? ¿Que padre preferiría que sus hijos hicieran otra cosa? Poco a poco se iban construyendo sus caminos por todo el valle que conecta Vancouver con Whistler; Grouce Mountain, Capilano, Squamish, Garibaldi, Whistler y Pemberton, conocido como el corredor «Sea to Sky» y a pocos kilómetros de la ciudad de Vancouver. Todo crecía demasiado rápido, un poco desordenado, senderos muy divertidos pero construidos con deficiencias por falta de materiales, visión técnica, permisos, etc,..

Así empezaron los problemas con autoridades y distintos usuarios del monte, por eso en 1989 Garibaldi Park Management decretó la prohibición de todo uso de la bicicleta de montaña en su reserva. Esta fue la razón por la que se fundó WORCA (Whistler Off Road Cycling Association), un grupo de apasionados del deporte y vecinos de la comunidad que decidieron luchar por sus derechos y empezaron a ordenar, mantener y legalizar todos los senderos del corredor Sea to Sky. Esta asociación con más de 1.800 socios en la actualidad es responsable del crecimiento exponencial del sector de la bici de montaña en todo el mundo, pero particularmente, ha conseguido encumbrar a su comunidad como líder mundial de constructores de senderos específicos para la bici de montaña y liderar el turismo de verano en su país. Ellos son los héroes de este cuento, pero como todos los héroes, tienen también importantes aliados que les echan una mano en momentos difíciles, y fue el RMOW (ayuntamiento de Whistler) los que les ayudaron en los inicios a conseguir sus primeros logros. Algo que aquí en España suena a chiste. ¿Que los que ayudaron a crear esta comunidad basada en el Freestyle y el descenso fueron del ayuntamiento? ¿Políticos? ¿Concejales? Si. Si a todo.

 

 

 

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Isaac, Turro & yo, «loving the trails», Canadá en 2012

 

La comunidad y el ayuntamiento vieron con sus propios ojos los beneficios de este magnífico deporte y de la mano, se unieron para crear el mayor y mejor sistema de senderos de todos los niveles y para todos los públicos del mundo. Al principio contratando a un solo trabajador para mantener y mejorar lo que hacían los voluntarios. Empezaron con las zonas más cercanas a la estación de ski y mientras el trafico aumentaba, de manera muy inteligente, crearon en toda la zona de Lost Lake y Village una red de carriles bici, pistas y senderos (para todos los usuarios, no solo bicis) excepcional. Esta red admite un gran volumen de usuarios y queda de manifiesto al público, turistas y autoridades, los beneficios de contar con una red de transporte de bajo impacto medioambiental por donde pasan cientos de miles de runners, ciclistas y peatones al año con un índice de conflictos entre los usuarios mínimo.

 

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Turro bajando el mítico DH maratón «Garbanzo» en Crankworx 2016

 

En 1998 abrió el mejor Bike Park del mundo. Como no, en Whistler. La ebullición de apasionados del deporte construyendo senderos por todo el valle aumentó en número y calidad. Muchos de ellos sin permisos. En esa época Chris Markle se enrolló la manta en la cabeza y estuvo 12 años trabajando como un esclavo, acampando semanas enteras en lo salvaje totalmente solo, enfrentándose a osos y pumas salvajes, a dueños de terrenos que no le dejaban continuar y hasta con el mismo ayuntamiento de Whistler. Pero lo que creó este Trail Builder fue «Confortably Numb» un sendero de 24 kilómetros que se ha convertido en lugar de peregrinaje de toda la cultura del Mountain Bike. Legalizarlo era una auténtica locura, pero con los años logró su cometido: convertirse en un Icono del MTB. Nombrado por la International Mountain Biking Association (IMBA) con el estatus de «Epic Ride», es sin duda el ejemplo de constancia, cabeza y valor en forma de un sendero.

Durante estos años WORCA y todos sus aliados, se centraron en mantener y mejorar los senderos más populares así como en arreglar y ajustar los senderos más problemáticos y peor pensados. A medida que el desarrollo del sector avanzaba, muchos de los negocios empezaban a depender única y exclusivamente de la bici de montaña y fue el momento en el que se gestó el cambio y llegaba ya más turismo de las dos ruedas que de golf, trekking, etc,.. El deporte había crecido tanto que ya no se centraba solo en los tres meses de verano, si no que empezó a tener una demanda muy grande en las tres estaciones que no son blancas.

 

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Rock Slab en «Top of the World» con Black Tusk al fondo, 2017

 

 

 

 

En 2005 salió a la luz el primer estudio del impacto económico del Mountain Bike en el valle y el propio ayuntamiento decretó una política de «pérdidas netas nulas» en cuanto a senderos se refiere, dándole así la importancia que se merecen. Es decir, el propio ayuntamiento ponía por escrito que no iban a dejar morir ningún sendero por falta de mantenimiento en toda la región, los iban a cuidar como un auténtico tesoro y si había que cerrar algún tramo de alguno de ellos, se compensaría con una extensión del sendero por alguna otra sección del mismo kilometraje. Y así fue como poco a poco, mediante acuerdos entre propietarios de fincas y el gobierno, estudios de impacto medioambiental, financiaciones, cuotas de socios, ayudas, visión de negocio, voluntariados y buena disposición de todos los participantes, se ha conseguido colocar al mountain bike en todo el valle como la primera fuente de ingresos del ayuntamiento en los meses de verano.

 

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Javi Molina convencido de que su Transition puede volar, A-Line, Whistler 2017

 

Recientemente ha salido un estudio más actual del impacto generado por el Mountain Bike en las zonas de Whistler (Bike Park), Lost Lake, circuitos de Cross-Country y Crankworx (el evento de mountain bike más con más éxito del planeta), no apto para incrédulos del deporte http://www.worca.com/2016-whistler-ei-study/

En este estudio me voy a basar para detallar la moraleja de este cuento tan idílico para todos los que amamos la naturaleza y la bici de montaña. Una moraleja que en España tendría un tono más lúgubre, con muchos protagonistas anónimos que se dieron de frente contra un personaje malvado que podría ser cualquiera; desde la envidia, a la corrupción, tradición, política, burocracia, falta de unidad, de visión, incultura,… Los antagonistas de este país son innumerables.

 

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La red de caminos de enduro y XC es mucho más extensa de lo que solo existe en el Bike Park. Aquí Turro experimentándo las sensaciones en «Half Nelson», Squamish

 

Este cuento acaba con que en Whistler (solo en el Bike Park) son más de medio millón de forfaits vendidos en 2016 ($69 dólares al día), de los cuales 102.500 son turistas. Casi 47 millones de dólares generados directamente en el Bike Park por los visitantes en sus vacaciones allí (de los cuales más de 18 millones son atribuibles a sueldos y salarios). Prácticamente 400 empleos creados solo en el Bike Park. Pero atribuible al bike park son también los 75.9 millones de dólares indirectamente en actividad económica solamente en la Columbia Británica. Otros 39.3 millones de dólares en producto interior bruto que vienen directos de la temporada estival y más de 14 millones recaudados de impuestos. Ahí es nada. La media de estancia en el bike park es de 6,6 noches, dejándose una media de casi 700$ al día y acumulando 18 millones y medio (solo en gastos de alojamiento, comida y compras) excluyendo los forfaits y el equipamiento de alquiler.

 

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Dani Castellanos, 12 años y un auténtico «shredder» local en los meses de verano. No dejéis de ver: 

 

La zona familiar de Lost Lake, dedicado más a las disciplinas de Enduro, tienen una media de visitas de 5,3 noches, gastando una media muy parecida de $676 la noche y generando un impacto económico de 7,8 millones de dólares (solo en gastos de alojamiento y compras, excluyendo los forfaits y el equipamiento de alquiler).

Lo atribuido a los caminos de Cross Country sube la media de visitas a 7,1 noches gastando un total de $896 al día y generando un impacto económico de 12,7 millones de dólares (solo en gastos de alojamiento y compras, excluyendo los forfaits y el equipamiento de alquiler).

Y ahora los números del evento más importante de Mountain Bike: CRANKWORX. El colofón de lo que esta moda ha creado. Una demostración de lo que se puede hacer con determinación, cabeza y visión, juntando en la misma semana a los mejores riders del planeta, con un espectáculo diario, donde aterrizan miles de enamorados del deporte que vienen de cientos de países de todo el mundo a participar, disfrutar y vivir, la celebración del Mountain Bike más espectacular.

 

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Así estaba Crankworx 2017 para el «Speed & Style»

 

Vinieron a verlo y/o a participar en el 130.158 personas. Gastando en una semana más de 14 millones de dólares, creando 126 puestos de trabajo y generando un impacto económico de 26,2 millones de dólares en toda la Columbia Británica. Con una recaudación de impuestos de 4,8 millones y en donde los asistentes al evento estaban una media de 5,5 días en Whistler se gastaron una media de $500 dólares al día.

El resultado del estudio en comparación con el último que se hizo en 2006, muestra un aumento de más del 35% en el bike park y de más del 65% en los senderos de Enduro y XC (Lost Lake).

 

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María Calleja, Chus Castellanos y Dani castellanos a punto de gozarlo por la montaña rusa mágica canadiense, el A-Line. Whistler 2017

 

Así que, que no nos cuenten cuentos. El mountain bike además de un modo de vida sano y perfectamente compatible con la naturaleza, es un modelo económico ejemplar y de crecimiento ilimitado. Hablo del Mountain Bike verdadero, el que transita senderos épicos, en lugares de naturaleza impresionante, bien construidos, buscando fluidez, pasos técnicos y diversión. No del Mountain Bike popular español de interconectar pistas construidas hace décadas y decir que es un rutón. Basta ya de sentirnos como auténticos villanos por bajar por un sendero divertido. Todo esto ha de cambiar. En nuestras manos está que cambie dentro de 10, 20 o 30 años.

Ojalá podamos escribir algún día un post que empiece «Erase una vez en Madrid,…»

 

Un mal día para el Mountain Bike

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Siempre he visto los conflictos que afectan a la bicicleta como algo que va personalmente en mi contra, quizás por mi firme convicción de que este deporte merece una infraestructura mejor y una mayor aceptación en la cultura de nuestro país o simplemente por que es lo que más me gusta hacer. Por el motivo que sea cada vez que atacan a nuestro deporte lo intento defender a ultranza, en mi grupo de amigos, con la familia, en las redes sociales o en mi blog personal. Pero esta vez no.

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Hace unos meses un grupo de seis personas subían caminando por la vía pecuaria que une dos pueblos del noroeste de Madrid (Las Rozas con Galapagar), un camino muy conocido y transitado por muchas personas, tanto ciclistas como peatones y también caballos. Se trata del Camino del Paredón, una pista de unos 5 km, con unos 4 o 5 metros de ancho a lo largo de todo el recorrido, acumulando 200 metros de desnivel. Una pista con muy pocas curvas, con algunos cambios de rasante y repleta de regueros peligrosos. Un camino con un mantenimiento lamentable por el que las velocidades (en bici) pueden llegar a ser absurdas.

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Era un domingo por la tarde y estas tres parejas paseaban tranquilamente cuando de pronto una bici salió de la nada y a punto estuvo de llevarse a alguno del grupo puesto de sombrero. Ninguno se dio cuenta que un instante después bajaba otro ciclista a la persecución del primero. La suerte esta vez no estuvo de parte de uno de ellos que al esquivar al primero no pudo repetir el movimiento tan seguidamente. El resultado fue un atropello frontal que le hizo caer de cabeza contra unas piedras con el angustioso resultado de una conmoción cerebral y amnesia temporal. Mientras todo el grupo se preocupaba por el herido en estado de shock, este “biker” se subió de nuevo a la bici y se fue sin mirar atrás.

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Finalmente el herido pasó solo unas horas en el hospital hasta que le dieron el alta y todo quedó en un susto, pero es imposible no hacerse preguntas como: ¿Y si no hubiera sido así? ¿Si nos ponemos en el peor de los casos y el golpe acaba en un desastre? ¿Qué pasaba por la cabeza de este “biker”? Tiempo después del nefasto episodio, he paseado más de una vez con el herido y cuando nos encontramos con cualquier ciclista su actitud siempre es crítica, porque siempre pasan muy deprisa, demasiado cerca, porque se creen los dueños de la carretera, porque no paran en un stop o porque lo hacen en todo el medio de una acera para peatones. Su actitud se asemeja a la que los ciclistas tenemos de los coches y camiones, lo único que es capaz de ver son vehículos más grandes, más pesados y con mayor inercia que ponen en peligro a los peatones.

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Por eso, mientras haya personas subidas a una bicicleta sin educación ninguna y capaces de bajar a velocidades absurdas por pistas anchas, ciegas y repletas de peatones, seguiremos en horas bajas para el Mountain Bike.

#ThanksAttitude

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«La gratitud hace eternamente abundante al Universo», lo escuché recientemente en una película de uno de los protagonistas de «Como conocí a vuestra madre» Happythankyouverymuchplease. Dar las gracias de corazón con la mejor de nuestras sonrisas nos hace ser mejor personas y nos ayuda a sacar nuestro máximo potencial. Esto es aplicable a la vida en general, pero podemos ser más específicos y hacer lo mismo con nuestras aficiones y por supuesto, la bici.

Como buenos bikers debemos poner de moda la gratitud a la madre naturaleza por haber creado lugares tan increíbles para montar en bicicleta. En serio, por mucho que haya Trail Builders y encontremos senderos brutales en nuestros mejores fines de semana en bici, ninguno sería tan divertido si la «Pachamama» no nos facilitara tantos tipos de montaña, bosque o desierto. Sus valles, ríos, mesetas, cañones, barrancos, lomas y pendientes nos ofrecen un abanico de posibilidades infinito. Todos ellos moldeados por millones de años lluvia, niebla, sol, viento y nieve que hacen de cada una de nuestras salidas, una aventura diferente (y de vez en cuando e incluso épicas).

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No me refiero a la gratitud tipo pensamiento pasajero mientras conduces de vuelta a casa e interiormente le das las gracias a tu propio dios por una mañana perfecta de bici (que también). Planteo ir un poco más allá y demostrar nuestro agradecimiento con actos altruistas y desinteresados como organizar una limpieza de tu monte preferido o unirte al club local para echar una mano en lo que se pueda. En muchos casos ofrecerte a ayudar es una de las mejores maneras de demostrar gratitud. También se pueden hacer cosas más simples como seguir siempre la senda que marca el camino (aunque el Strava te pida a gritos recortar alguna trazada)  o simplemente hacer que otros bikers se den cuenta de lo que intentas hacer.

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En Canadá he encontrado Totems de agradecimiento a los dioses en las cimas más altas de Nelson y Whistler así como también he visto ofrendas florales en playas del Pacífico y el índico por surferos. Deberíamos tomar nota y permitirnos sentir un poco más el «mundo espiritual», las leyes del karma y el amor a nuestra Madre Tierra. Creo que una gran parte del éxito de los deportes de montaña y mar como la escalada, el snow y el Surf, es gracias a la parte espiritual y comprometida con la naturaleza. ¡Está de moda ser buenos con nuestro entorno!

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Pero tampoco podemos olvidar dar las gracias a nuestra máquina. Lo mismo si es una bici más o menos cara, un pepino del 2015 o una clásica de los 80’s, lo importante es lo que sentimos cuando nuestras gomas toman contacto con el terreno. Al finalizar una excursión acuérdate siempre de ofrecerla un pequeño saludo, una muestra de respeto y si la ocasión lo merece, e incluso subir una foto a la página oficial del fabricante en la redes social haciéndoles saber lo bien que te lo has pasado con ella como gesto de gratitud (lavado y mecánica también, por supuesto).